Enfadarse es tan humano como comer o respirar, nos enfadamos casi que por instinto. Enfadarse es adrenalina, es sanador, es parte de uno.

Enfadarse es tan humano como comer o respirar, nos enfadamos casi que por instinto. Enfadarse es adrenalina, es sanador, es en definitiva parte de uno, y del como uno se relaciona. Hay niveles obviamente. No es el mismo enfado el de un niño al que le toca «poli» cuando él quería «caco». Que el enfado de un padre ante la ausencia de su hijo durante dos días sin dar señales de vida. No es lo mismo, pero, en ambos casos hay un sujeto que se enfada y otro que recibe el enfado. La energía digamos que fluctúa, sale de un cuerpo y se deposita en otro. Esto es lo normal. Una persona se enfada a la entrada de un restaurante con el camarero porque su reserva no figura. Y la persona esta seguro de haber llamado.

Las personas nos enfadamos. Gritamos, o no, ahí interviene la forma de ser. Y una vez hemos sacado todo y arremetido contra alguien, sea este el culpable, o no. Seguimos con nuestra vida dejando atrás el enfado. Ahora bien, que pasa cuando no tienes manera de canalizar toda esa energía. Que pasa cuando no hay a quién gritarle, a quién echarle toda la mierda. En definitiva, que pasa cuando no hay con quien enfadarse. Pues pasa que la mierda se queda dentro, y hace costra, una costra dura muy difícil de raspar en soledad.

Empezar un nuevo tratamiento oncológico tiene una parte muy buena, el hecho en sí de empezar un nuevo tratamiento. Peor sería que esa posibilidad no existiera, obvio. Pero tiene también una parte muy negativa, el otro no funcionó, o bueno mejor dicho no funcionó del todo, algo hizo esta claro. Entonces, ante la putada de, una vez mas, tener que tomar pastillas para frenar el avance de la enfermedad, una se enfada, se enfada mucho. Pero no te enfadas con nadie en concreto. No te enfadas con el médico que te da la mano para afrontar esto. No te enfadas con tus padres que se desviven por ti. No te enfadas con tus amigos o compañeros porque ellos te hacen olvidar y te hacen sentir «normal».

No te enfadas con nadie, porque nadie tiene la culpa. Lo más cómodo sería que de algún modo el tumor abandonase tu cabeza. Y se convirtiera en un ser al que poder gritar, y sobre el que una vuelque toda la frustración.

Pero esto, es pura ciencia ficción. Por lo que solo queda respirar muy hondo y seguir viviendo que para eso estamos, no para hibernar en el sofá viendo Friends. Ni para pasar cada día lamentándose de la mala suerte que tiene una. Habrá gente que lo haga, cada uno afronta estas situaciones a su manera. Pero esta no es mi manera. Mi persona no es compatible con quedarse de brazos cruzados, cuando los médicos me confirman que puedo seguir con mi vida. Si ellos lo dicen, yo no les voy a llevar la contraria. Así que una vez canalizado todo mi enfado, te abandono querido lector. Debo ocuparme de otros asuntos, entre ellos la organización del rodaje de mi primer cortometraje, ya te contaré.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Siguiente entrada

Pedir Ayuda

Jue Abr 6 , 2023
Soy una persona a la que le encanta ayudar a todo el mundo, pero que tiene que normalizar pedir ayuda. Lo sé y estoy en ello.
A %d blogueros les gusta esto: