Que bonito es pedir ayuda y recibirla. Sinceramente no se porque me ha costado tanto asumir esta bella realidad, pedir ayuda. Para mi hacer esto siempre ha sido sinónimo de inferioridad, de fragilidad. Pedir ayuda es mostrar que uno no puede por sí mismo y requiere de la participación de otros para lograr su objetivo. Negar la ayuda, pensar que solos somos más, es un claro error del que me he percatado, me he percatado de ello de una manera de la que espero tu no te percates.

El mensaje
Estar en tu sofá, medio muerta, con fiebre, tosiendo, y mandarle un mensaje a esa compañera, a esa amiga, que sabes, que si está de su mano, te va a ayudar a lo que sea. Levantar el móvil y escribir, bueno mandarle un audio, es quizá uno de los mayores actos de valentía que he hecho en mi vida. Ha sido valiente, porque me he enfrentado a la situación y la he resuelto de la manera más lógica. Yo, me encontraba muy mal, alguien puede sustituirme, hablo con ese alguien, me sustituye y todo sale bien, fin.
Esto que parece tan fácil, lógico, coherente, es dificilísimo, ¿porque? Porque mandar ese mensaje es asumir que estás malita, es recordarte a ti misma que en tu cerebro hay una masa de células jodiendo, y que ahora que tienes un triste catarro, casi no puedes ni caminar. Mandar ese mensaje, es exponer el cáncer, y eso duele, y una no quiere dolor, por tanto haberlo hecho es valiente. Lo cómodo hubiese sido callarse una la boca, ir al rodaje, medio zombi, sí, pero ir y poner a prueba mi cuerpo. Eso lo hubiese hecho la Helena de antes y eso es lo cobarde. Lo que hice fue valiente. Ahora lo sé.
Soy una persona a la que le encanta ayudar, que tiene que normalizar pedir ayuda. Lo sé y estoy en ello.
Gracias Lector