Lo conocía de antes, de verlo en un programa de Movistar llamado “Dar cera, pulir cero” junto con Patricia Conde, me gustaba mucho el programa. Estaban como en un sótano y, básicamente, criticaban los programas emitidos durante la semana. Era bastante gracioso. Una vez el programa se dejó de emitir no volví a ver a Ángel Martín hasta un par de días después de mi ingreso en Agosto de 2021.
Fue una mañana de tantas en la cama de la habitación 326 que, deslizando vídeos en TikTok, fui a dar con un rostro conocido. Hablaba muy rápido y te resumía las noticias que, a su criterio, te venían bien saber para desenvolverte en el día. El informativo de Ángel Martín. ª. Nunca antes había oído hablar de ello, y nunca pensé que un vídeo de un minuto podría significar tanto para mí.
Estar ingresada conlleva despertarse pronto, muy pronto. El caso, que a mí el tema de madrugar me tocaba mucho la moral, pero había algo que me hacia minimizar mi enfado. Era el hecho de saber que podía ver El Informativo de Angel Martín. En estas situaciones tan extremas, las cosas simples ganan otro estatus, y para mi aquel informativo se había convertido en la gasolina de la mañana. Me reía a la vez que me mantenía informada. Era maravilloso.
Al salir del hospital le seguí la pista, y uno de mis regalos en Navidad fue “Por si las voces vuelven”. Un libro que sin duda se ha convertido en uno de mis referentes como persona y como escritora novel. A priori un brote psicótico, un Arnold Chiari y un Cáncer cerebral no tienen mucha relación. Pero yo he descubierto que existen patrones mentales que se repiten, y curiosamente entre estar ingresado en un psiquiátrico y en la planta de neurocirugía también existen enormes similitudes.
Sin duda a mi su libro me abrió la mente. Ahí lo tengo en la estantería firmado por su autor, la historia de esa firma es bastante curiosa. Fue el día 26 de mayo. Aquel día fue mi primer encuentro con la sala de espera de oncología y mi primera toma de realidad de la que se me venía encima. Acudí al Negrin a eso de las 11:00 y entré a consulta con mi radioncóloga, la doctora Raquel Cabrera, una persona y una profesional maravillosa, a eso de las 14:00. Aquella primera conversación fue más un monólogo de su parte sobre el tratamiento y como se iba a desarrollar todo en las próximas semanas. Al acabar la explicación. Tras la cual mis padres y yo nos quedamos totalmente en shock, me indicó que debía esperarme para que me hicieran un scanner y la máscara termoplástica.
Yo tenía que esperar. Pero eran las 15:00. Ángel firmaba a las 17:00. No había comido nada y al día siguiente tenía que volver nuevamente. Así que me fui. Tras un momento de derrumbe por mi parte, mi madre me miró, miró a mi padre y dijo “nos vamos, mañana más” y nos fuimos. Me firmó mi libro y ambos nos dimos las gracias. Yo en aquel momento estaba bastante mal, y poder estar no se, 2 minutos con él supuso algo muy importante para mí. No lo sé, pero quizá ese encuentro. El estar con alguien que sabes lo ha pasado mal y ahora está retomando su vida. Quizá, me dio la fuerza que necesitaba para enfrentarme a una realidad que llevaba semanas guardando en el armario. Él no lo sabe, pero a Ángel Martin fue a una de las primeras personas a las que me atreví a decir “tengo cáncer”.

Ayer, 1 de octubre, reí como nunca viendo el show #103 noches de Ángel Martín. Fue brutal, fue una hora y cuarto donde no había mas mundo, más humanidad que aquellos que estábamos en el Cicca. Salí del teatro con dolor en la mandíbula de reírme. Fue maravilloso, gracias a él, fui capaz de olvidar que tenía puesto el parche para no ver doble. Que tengo la boca seca y una saliva horrorosa. Que todavía hay insensibilidad en mi parte izquierda. Que este mes me toca otro ciclo de quimio. Que a unos metros de mi casa se estaba celebrando una fiesta a la que me hubiese encantado ir. Que tengo un tumor en el cerebro. Todo, absolutamente todo, se evaporó entre risas.
Salvando las diferencias médicas, para mi Ángel Martín es un modelo a seguir. Es una persona que me hace querer levantarme y hacer cosas. Y a través de la cual, veo y creo que de la mierda se sale. Que la escalera para salir del pozo está, solo hay que encontrarla.
Y por eso le doy las gracias y ¡Punto para Ángel!